Reseña 2
La casa de los Clutter, construida en 1948 y valorada en 60,000 dólares, estaba diseñada por el señor Clutter, un hombre prudente y meticuloso, aunque sin mucha imaginación. Rodeada por un césped bien cuidado y situada en un entorno pintoresco, la casa era un ejemplo en la comunidad de Holcomb. El interior era moderno, con alfombras malva, un diván de diseño y una barra para el desayuno. Aunque no tenían mucho personal, el señor Clutter, un hombre meticuloso y austero, cocinaba excelentemente, especialmente pan y pastelitos de coco, aunque prefería un desayuno sencillo. Se mantenía alejado de estimulantes y alcohol, y sus creencias se reflejaban en su vida personal y profesional, donde imponía estrictas normas, como una cláusula contra el alcohol en los contratos laborales. A pesar de esto, era respetado por su equidad y generosidad. En una mañana de otoño, disfrutaba del buen tiempo mientras caminaba por su propiedad con una manzana en la mano.
Uno de los activos más valiosos del señor Clutter era una gran estructura metálica llena de sorgo, mientras que otra almacenaba una colina de grano valorada en cien mil dólares. Esta cifra representaba un gran incremento en sus ingresos desde que, en 1934, se mudó con su esposa Bonnie Fox a Garden City y comenzó a trabajar como consejero agrícola del condado de Finney. A los pocos meses, fue ascendido y durante los años de la Gran Depresión (1935-1939), se destacó por su capacidad para ayudar a los agricultores con sus conocimientos y optimismo. Sin embargo, a pesar de su éxito, siempre quiso trabajar su propia tierra, lo que lo llevó a renunciar a su puesto y crear la granja River Valley, que, a pesar de la burla de los agricultores veteranos, tuvo éxito gracias a su arduo trabajo y su dedicación. Diez años después, su propiedad abarcaba casi 400 hectáreas de terreno propio y más de 1,300 hectáreas arrendadas, con cultivos y ganado como base de su prosperidad. En la granja, vivía con su familia y solo contaba con un empleado, Alfred Stoecklein, quien vivía cerca con su familia. Stoecklein mencionó que su hija pequeña estaba enferma y que planeaba llevarla al médico.
El señor Clutter, mostrando solidaridad con Alfred Stoecklein, le ofreció la mañana libre debido a la enfermedad de su hija. Luego, salió hacia el sur, donde atravesaba campos dorados y una pequeña arboleda de frutales junto al río, que representaba para él su pedacito de paraíso. A pesar de las duras condiciones del clima, él cuidaba celosamente los árboles, más que a sus propios hijos, como recordaba la gente de Holcomb. Mientras caminaba por la finca, se encontró con un grupo de cazadores de faisanes de Oklahoma que, aunque no estaban invitados, le ofrecieron pagarle por cazar en sus tierras. El señor Clutter, sin saber que sería su última jornada, les permitió cazar gratuitamente. Por otro lado, un joven en un café cercano, que tampoco tomaba café, desayunaba root beer y esperaba a un amigo mientras estudiaba un mapa de México, aunque no podía concentrarse.
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